1705. DEL CASTILLO, Antonio Fr. “El Devoto Peregrino · Viage de Tierra Santa”

Madrid, Imprenta Real, 1705.

4º menor  (230 x 170)mm. [10] h., 508 p., [6] h. Encuadernación de época en pergamino; rastro de dos broches, ya no presentes; título manuscrito en lomo; la piel tostada y bastante arrugada pero sin roturas. Portada a dos tintas dentro de orla tipográfica y escudo calcográfico de los franciscanos en el centro; 38 grabados al cobre a media página con vistas de ciudades y monumentos de Tierra Santa. 6 láminas desplegables fuera de paginación (una de ellas es una tira de 26 x 6 cm),  tres de ellas con antiguas reparaciones. Rastros de humedad presentes en primeras cuatro hojas, sin afectación; manchas en tercio inferior en últimas ocho hojas y en guarda posterior, sin afectar la lectura; ligeras manchas de óxido a lo largo de textos; pequeños surcos y puntos de polilla en páginas 225 a 254, sin afectación de textos. Completo.

Los 38 grabados representan ciudades, lugares santos e históricos y monumentos, incluyendo Jaffa, Belén, el Monte de los Olivos, numerosas vistas de Jerusalem, edificios y sepulcros. Destaca una representación de San Gerónimo (p.276) que según consta en el pie de grabado, se halló en una piedra en el pesebre del Niño por haber sido el Santo tan devoto del Santo Pesebre. S. Gerónimo es considerado como uno de los Padres de la Iglesia y tradujo la Biblia al griego y latín.

Buen ejemplar de la séptima edición “de una obra que gozó de gran popularidad” (Palau), la primera impresa en 1654, con las 6 láminas plegadas que deben acompañar. La relación de este famoso viaje por Tierra Santa, territorio geográfico que comprende todos los sitios en los cuales se desarrollaron escenas bíblicas, fue reeditado en numerosas ocasiones y fue traducido al francés en 1666. La obra no esconde su propósito de incrementar las limosnas de los cristianos para el mantenimiento de la Custodia de Tierra Santa y los edificios a ellos confiados. Ningún libro de este género alcanzaría un éxito editorial tan sostenido después. Sus ediciones se adentran en el siglo XIX.

Antonio del Castillo profesó la orden franciscana en 1723 y posteriormente viajó a Tierra Santa, donde fue misionero por espacio de siete años desempeñando algunos cargos como comisario general de Jerusalem y guardián de Belén.